Quizá nunca vuelva a sentir con tanta intensidad como estos años.
La increíble capacidad para memorizar canciones se esfumará en un momento.
Reciclaré las cajas y las fotos y las bolas del billar que nos llevamos, las flores disecadas se acabarán de pudrir en algún libro.
Te irás y alguien ocupará tu lugar y alguien ocupara el mío. Olvidarás los nombres que me diste. Perderé los teléfonos, olvidaré donde vivo.
Llegara el día en que Foz sea para mí un pueblo muerto, Salamanca un país de locos, Nueva York humo. Madrid un enemigo.
Anidaré en un sitio al que no pertenezca.
Dejaré de tomar cafés sola, conquistando imaginariamente al camarero. No soñaré más con la cara del único que conquisté sin quererlo.
Tiraré a la basura los videos, los tesoros, los conciertos. No volveré a coleccionar cosas inútiles, tarjetas de lugares a los que prometí volver y nunca he vuelto.
Y otra vez el 25 me pillará en A Coruña mirando al cielo, la plaza de Pontevedra me inundará de nuevo. Y no habré tenido ningún hijo al que ponerle Santiago.
Llevaré pintadas las uñas sin morder. Llevaré tacones. No pintaré cuadros ni camisetas, no escribiré de madrugada. Visitaré a mis amigas, veré a sus críos, enterraré a mis muertos.
Vendrán años desiertos siendo una mujer mediocre en un trabajo muerto.
"Soñaré contigo huyendo de esta rutina", quién vencerá, el funcionario o el genio?
Más tarde o más temprano cambiaré por un traje mis vaqueros gastados.
Viviré en un piso triste, tendré un lío con un hombre casado al que no quiero. Me esconderé en lo políticamente correcto. Leeré sólo el periódico y revistas femeninas. Aprenderé a coser, pondré el mantel de mi abuela para atiborrarme de helado viendo las noticias. Y aplaudiré al "petit dictateur" de turno, y acusaré mentalmente a Pérez-Reverte de rojo, a Pablo de etarra, me avergonzaré en privado de haber comprado alguna vez El Jueves. Iré por la calle apretando el bolso y los labios cuando pasen "los moros". Dejaré que se cierren mis piercing. No tendré la muñeca tatuada. El Lobo Estepario acumulará polvo en la estantería, viajaré poco o nada, no saldré los jueves, beberé gin-tonic.
Renunciaré, en fin, a todo lo que tuve. Me consolaré diciendo que no pude evitarlo. Y será mentira. Me escudaré pensando que no puedo rebelarme eternamente.
Claudicaré, sí, bajaré el puño y la cabeza, no es eso lo que hacen todos?
Y cumpliré los 25 o los 30 sin recibir sorpresas. Contigo lejos. Santiago ignorado. Sin gatos ni iguanas ni perros. Habré vendido mis discos, escucharé música que ni me toca ni me dice nada. No me emocionaré viendo fuegos artificiales. Sabina habrá muerto.
No releeré nada de esto. Iré poco al cine, donde no saldrá Antonia Sanjuán. No volveré a encontrarla comprando tinte para el pelo. Lloraré aun menos.
Dejaré de frecuentar las tiendas de golosinas, los bares y los cementerios.
La historia seguirá su curso y yo el mío. No habrá palabras distintas ni días extraños.
Pasará Santiago; nos habremos rendido.
La increíble capacidad para memorizar canciones se esfumará en un momento.
Reciclaré las cajas y las fotos y las bolas del billar que nos llevamos, las flores disecadas se acabarán de pudrir en algún libro.
Te irás y alguien ocupará tu lugar y alguien ocupara el mío. Olvidarás los nombres que me diste. Perderé los teléfonos, olvidaré donde vivo.
Llegara el día en que Foz sea para mí un pueblo muerto, Salamanca un país de locos, Nueva York humo. Madrid un enemigo.
Anidaré en un sitio al que no pertenezca.
Dejaré de tomar cafés sola, conquistando imaginariamente al camarero. No soñaré más con la cara del único que conquisté sin quererlo.
Tiraré a la basura los videos, los tesoros, los conciertos. No volveré a coleccionar cosas inútiles, tarjetas de lugares a los que prometí volver y nunca he vuelto.
Y otra vez el 25 me pillará en A Coruña mirando al cielo, la plaza de Pontevedra me inundará de nuevo. Y no habré tenido ningún hijo al que ponerle Santiago.
Llevaré pintadas las uñas sin morder. Llevaré tacones. No pintaré cuadros ni camisetas, no escribiré de madrugada. Visitaré a mis amigas, veré a sus críos, enterraré a mis muertos.
Vendrán años desiertos siendo una mujer mediocre en un trabajo muerto.
"Soñaré contigo huyendo de esta rutina", quién vencerá, el funcionario o el genio?
Más tarde o más temprano cambiaré por un traje mis vaqueros gastados.
Viviré en un piso triste, tendré un lío con un hombre casado al que no quiero. Me esconderé en lo políticamente correcto. Leeré sólo el periódico y revistas femeninas. Aprenderé a coser, pondré el mantel de mi abuela para atiborrarme de helado viendo las noticias. Y aplaudiré al "petit dictateur" de turno, y acusaré mentalmente a Pérez-Reverte de rojo, a Pablo de etarra, me avergonzaré en privado de haber comprado alguna vez El Jueves. Iré por la calle apretando el bolso y los labios cuando pasen "los moros". Dejaré que se cierren mis piercing. No tendré la muñeca tatuada. El Lobo Estepario acumulará polvo en la estantería, viajaré poco o nada, no saldré los jueves, beberé gin-tonic.
Renunciaré, en fin, a todo lo que tuve. Me consolaré diciendo que no pude evitarlo. Y será mentira. Me escudaré pensando que no puedo rebelarme eternamente.
Claudicaré, sí, bajaré el puño y la cabeza, no es eso lo que hacen todos?
Y cumpliré los 25 o los 30 sin recibir sorpresas. Contigo lejos. Santiago ignorado. Sin gatos ni iguanas ni perros. Habré vendido mis discos, escucharé música que ni me toca ni me dice nada. No me emocionaré viendo fuegos artificiales. Sabina habrá muerto.
No releeré nada de esto. Iré poco al cine, donde no saldrá Antonia Sanjuán. No volveré a encontrarla comprando tinte para el pelo. Lloraré aun menos.
Dejaré de frecuentar las tiendas de golosinas, los bares y los cementerios.
La historia seguirá su curso y yo el mío. No habrá palabras distintas ni días extraños.
Pasará Santiago; nos habremos rendido.
# Chove en Santiago. Luar Na Lubre