Monday, March 17, 2008

Dragonfly




Imagina esto: estás en una isla. Estás en la azotea de un hotel que flota sobre el océano, tan borracho que casi puedes sentir como te mueves con el agua. Estás tirado en una tumbona en la madrugada del día en el que cumples veinticinco, con las sandalias llenas de tierra y la ropa húmeda. Hay tres tipos desnudos en la piscina haciendo el gamba, tiene que ser agradable despues de subirse a todas las palmeras del atajo por el que habéis vuelto a casa.

Y debe ser culpa del cielo más claro del mundo porque empiezas a ver piezas que caen finalmente en su sitio y como flechas los insectos recitan nombres de constelaciones que no habías visto en tu vida. Y posiblemente son los mojitos que te has tomado pero todo comienza a dar vueltas alrededor de un eje que no pasa por donde te dijeron tus profesores sino por el punto exacto donde te encuentras, atravesando tus pulmones y clavándote al suelo para dejarte quieto, muy quieto, tumbado boca arriba. Entonces dejas de escuchar las risas que vienen del agua. Entonces lo oyes. Cuando el planeta gira canta, como las alas de una libélula.

A la mañana siguiente te despiertas sin saber muy bien como has llegado a la cama. Con dolor de cabeza y una sensación extraña... pero es tarde y los sabios no esperan a nadie. Te levantas tan deprisa que te olvidas de la noche anterior, como de tantas otras cosas que brillan demasiado como para ser recordadas. Lo olvidas, hasta que una noche cualquiera pulsas un play cualquiera y... estás en una isla. Estás en la azotea de un hotel que flota sobre el océano, tan borracho que casi puedes sentir como te mueves con el agua. Y esta vez no lo olvidarás, porque ésta es la maldita letra y la maldita música, esta es la canción que debería haber sonado. Esto es lo que andabas buscando.

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